Bajo la administración del presidente republicano Donald Trump, Estados Unidos de América es un país profundamente dividido: un lado alimenta el populismo y la rectitud religiosa en un paisaje monocromático, pintado de blanco, lamentando un pasado que nunca volverá; el otro lado alimenta la diversidad y el multiculturalismo, una visión sesgada de un futuro progresista, bastante improbable. Ambas partes se enfrentan constantemente, sin escucharse mutuamente. Solo unas pocas personas razonables se reúnen para cambiar esta situación potencialmente peligrosa.