Beba supo ser una dama de clase acomodada. Fue dueña de su propia casa de cosméticos, pero hoy se ve forzada a trabajar como vendedora puerta a puerta de productos de belleza. Sus gruesos pendientes de oro y su criada, Dora, son los últimos bastiones de un estatus que no se resigna a perder. Dora llegó a los 17 años desde la provincia del Chaco para trabajar `cama adentro` en la casa de la señora Beba. Desde entonces, con el dinero de su sueldo ha ido construyendo una casita en la periferia de Buenos Aires. Sin embargo, Dora no puede terminar su casa porque Beba le adeuda seis meses de sueldo. Cansada de escuchar las falsas promesas de pago de su patrona y dispuesta a enfrentar el desafío de vivir su propia vida, Dora decide irse.